02 marzo 2009

Mamá y Papá me enseñaron a nombrar las cosas por su nombre. Al pene se le llama como tal, sin rodeos absurdos o nombrecillos ridículos. Igual pasa con la vagina, los senos y las nalgas o un montón de enfermedades impronunciables que en algún momento de mi vida se convirtieron en cotidianas para mí. Caro me dice que soy harto graciosa por la manera en la que me expreso. Y sí, puede ser. Me he desarrollado esa habilidad de nombrar las cosas aunque sea de la manera más personal e intransferible posible. Y sí, me ha venido bien.

Pero existe algo que aún no sé nombrar. Algo indefinido a lo que no sé cómo putas llamarle, qué fastidioso y fatídico nombre ponerle, qué decir cuando quiero compartirlo. Y no sé como llamarle porque no se encuentra estático. Aunque a decir verdad, aún no descubro si es que simplemente no se mantiene como tal, o si sólo se disfraza día a día.

Cuando una persona es capaz de identificar algo y nombrarlo, se tiene el poder sobre ese algo y entonces, se puede controlar. ¿Pero cómo se es capaz de intentar controlar lo indefinible? ¿Lo que un día aparece y al siguiente parece ya no estar? No soporto la incertidumbre, no tolero mi incapacidad para nombrar ese noséqué que me invade y que sé está latente. Las cosas no van mejor.




Jódete, sentimiento indefinible, inconcebible y tortuoso.




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Daft Punk ~ Digital love.

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